Se veía venir. La sordera crónica y el antiético comportamiento de nuestros políticos tradicionales ha llevado al país a un estado de desencanto absoluto, en donde la palabra “honorabilidad” ha pasado a ser un valor invisible. Transversalmente invisible.
No estamos ante un ME-O, ni ante un Parisi, ni ante un Claude, ni ningún “caudillo” como los que vimos en la elección pasada. Estamos ante un movimiento mucho más fuerte y organizado, cargado de esperanzas y también de ciertas dudas, naturales en cualquier movimiento emergente. Es el primer intento real de la ciudadanía por cambiar de una vez la añeja costumbre de hacer política, aquella que colmó la paciencia de la gente. Aquella que ya no le sirve al país.
Transitamos en el mes de Junio de 2017. El país se enfrenta a un hecho inédito, en donde después de más de 27 años, una coalición distinta a aquellas que fueron marcando el paso en el desarrollo de la política nacional, se posiciona con serias pretensiones presidenciales. Aquella que le está quitando el piso a una muy complicada Nueva Mayoría y amenaza con convertirse en el rival directo de Sebastián Piñera y Chile Vamos.
Muchos miran con cierta indiferencia aún a este nuevo conglomerado o con cierto desdén, pero cuidado, porque esta vez es diferente. A diferencia de movimientos anteriores, ya hay una base organizacional instalada, que nace desde el propio Parlamento y está abarcando ciertos terrenos emblemáticos, como la alcaldía de Valparaíso, y tiene la gran oportunidad de expandirse en la próxima elección, en donde se renueva buena parte del ya alicaído parlamento.
¿Es esto lo que realmente quería o deseaba la ciudadanía?…dificil saberlo, lo que sí es cierto es que la gente comenzó por fin a mirar hacia afuera de la burbuja eleccionaria en la que el Duopolio Chile Vamos-Nueva Mayoría nos tenía acostumbrados y ese proceso, que se ha iniciado ya de manera concreta en este periodo, no tiene vuelta atrás. Las confianzas están rotas en forma irreversible y las coaliciones que las rompieron, se nievan a dar el tan necesario golpe de timón.
Los casos Penta y SQM salpicaron a casi toda la clase política actual, no pasando inadvertidos, dejando también en evidencia la pobreza de nuestro sistema judicial, que no puede hacer nada en contra de las influencias políticas ni desmarcarse de ellas. El Fiscal Carlos Gajardo estaba avanzando maratónicamente en esclarecer lo ocurrido en el caso Penta, cuando fue “inesperadamente” cesado de esas investigaciones. Llegó un nuevo Fiscal Nacional, Jorge Abbot, quien “sospechosamente” puso paños fríos al tema y hoy tenemos a muchos de los involucrados aún votando leyes en el parlamento, a pesar de que la palabra “Honorable”, ya no les acompaña.
La ciudadanía vio pasar delitos de colusión, uso de información privilegiada, asignación irregular de recursos públicos, desfalcos descarados en nuestras Fuerzas Armadas, “perdonazos” inexplicables del SII a empresas que se ahorraron cientos de millones en impuestos, los mismos que servían para entregar gratuidad a miles de estudiantes o construir hospitales bien equipados. Ni hablar de terminar la bendita costumbre que existe en Chile de hacer bingos para financiar ciertas enfermedades catastróficas, a lo que la candidata Beatriz Sánchez hace continuamente referencia.
Esa renuncia al deber de Estado, de velar por la transparencia, de hacer cumplir la ley y ser un ejemplo de honorabilidad, el reirse en la cara del ciudadano de a pie y burlarse de su ignorancia respecto de muchos temas que son de índole técnica o de lenguajes elaborados, sin duda que ya ha despertado la indignación absoluta de aquel ciudadano que sí se informa, que lee aunque sea los titulares noticiosos o que busca continuamente distintas fuentes para saber en qué país vive.
Esto es lo que las coaliciones dominantes no han dimensionado. El daño ya está hecho y a estas alturas, no les quedará otro camino que asumir las consecuencias, las cuales intentarán reducir a través de la metodología tradicional: Un cerro de promesas, muchas luces, muchos gastos en publicidad y falsas sonrisas. ¿El problema? Jorge Sharp no necesitó nada de eso para ganar la alcaldía de Valparaíso.
El camino ya quedó marcado, hay hechos concretos que ya marcan un nuevo rumbo. De la ciudadanía dependerá si este nuevo paradigma finalmente rompe con la tradicional y obsoleta forma de hacer política en Chile.
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